7 may 2016

Tránsito de Mercurio, mayo de 1786

El próximo lunes, día 9 de mayo de 2016, el planeta Mercurio “atravesará” el disco solar, tal y como hace de forma periódica. Es lo que se conoce como tránsito de Mercurio (véanse aquí instrucciones para observarlo pero, ¡mucho cuidado! Nunca se debe mirar al Sol sin el equipo adecuado).

¿Qué mejor ocasión para recordar la crónica de un evento similar, tal y como fue observado hace 230 años? Se trata de la extensa y minuciosa narración de un tránsito de Mercurio, hecha por los observadores protagonistas, tal y como se publicó en el Memorial literario, instructivo y curioso de la Corte de Madrid, edición de mayo de 1786. Se puede leer gracias a la Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España: Ver documento en PDF, páginas 11 a 54, del que extracto aquí los primeros párrafos…

transito_mercurio_1786

OBSERVACIÓN ASTRONÓMICA del tránsito del planeta Mercurio por el disco del Sol, hecha en Madrid en la mañana del jueves 4 de este mes por D. Pedro Alonso Salanova y Guilarte, natural de esta Corte.

En la observación astronómica que hicimos la tarde del martes 12 de noviembre del año 1782 de otro tránsito o pasaje que hizo el mismo planeta Mercurio por el disco solar, prevenimos en un discurso que escribimos de ella, que el tránsito del día 4 de mayo del 86 sería algo mayor que el de entonces, y que aún serían más largos los dos del 5 de noviembre del 89 y del 7 de mayo del 99, que son los que todavía faltan en el resto del presente siglo, porque estos son los meses en que siempre pasa Mercurio por delante del Sol, respecto a nuestra vista, así como Venus en los de junio y diciembre (bien que ninguno de los que hoy viven, de edad de diez años arriba, es natural que pueda ya observar ningún pasaje de ese otro planeta, puesto que el más inmediato no acontecerá hasta el 9 de diciembre de 1874.)

Con dicho motivo rogamos en aquel discurso manuscrito que el curioso aficionado que viviese en Madrid en los citados años del 86, 89 y 99 observase cuidadosamente estos tres tránsitos de Mercurio para determinar de sus observaciones todos los datos y circunstancias celestes, que resultan en utilidad y adelantamiento de la noble ciencia de la astronomía. Pero habiéndonos Dios nuestro Señor concedido vida hasta el presente año, y permitiéndonos observar el tránsito referido de Mercurio por el Sol acontecido en él, no hemos querido malograr ocasión tan oportuna, ni dejar pasar este fenómeno astronómico (que puede ser acaso el último que veamos) sin tomarnos gustosamente la complacencia (aunque molesta y difícil) de su observación, para servicio y utilidad pública.

Con efecto, además de un excelente telescopio gregoriano de James Short, armado de su Helioscopio y Micrómetro ocular, y de una buena Luneta Astronómica de Joseph Campani, de cinco tubos que poseemos, nos procuramos también prevenir de otra buena Luneta Acromática de Eduardo Nayrne con cinco oculares, y su Helioscopio, y una muestra inglesa de segundos, nueva y muy segura de Higgs-Evans, la cual ajustamos puntualmente el día antes con una exacta Meridiana. Con esos únicos socorros (pues no tuvimos oportunidad para otros más conducentes ni adecuados) determinamos aventurarnos a ejecutar nuestra observación, la cual aún cuando no saliese con aquel rigor, precisión y puntualidad que exigen las reglas de un exacto cálculo astronómico, sin embargo no desconfiamos acercarnos a una exactitud media, supliendo con la atención, desvelo y cuidado posible los buenos auxilios de los mejores instrumentos astronómicos que nos faltaban. Igualmente nos prevenimos de un buen termómetro de mercurio, según la escala de Renato Antonio Réaumur, y de un barómetro doble, según la de Christiano Huyghens, para anotar las cortas diferencias meteorológicas que acaso podría hacer la atmósfera, durante el tiempo de nuestra observación, que por cierto no fue muy corto, y el aire aún no estaba sentado, como se acordarán muchos, pues aquel mismo días llovió por la tarde.

Bien conocemos que todos estos utensilios físico-ópticos, aunque oportunos, no son todavía suficientes por sí solos para el puntual desempeño de una observación astronómica de esa naturaleza, que requiere sin duda la manipulación y empleo de otros más propios a su debida práctica, pues todo lo que no es un Cuarto de círculo, o una Retícula aplicada a una Luneta común con que observar bien las ascensiones rectas y las declinaciones de los referidos pasajes, los demás instrumentos catadióptricos contribuyen bien poco a determinarlas. Sin embargo de esto, teniendo dispuestos aquellos cortos auxilios apuntados, y acompañándonos un buen amigo, llamado D. Joseph Antonio Velderrayn (joven de talento y de mucha afición al objeto de la astronomía que se ofreció gustoso a ayudarnos en la observación), madrugamos ambos, y eligiendo el paraje más cómodo y levantado sobre el horizonte que se proporcionó, pudimos observar con muy suficiente exactitud dicho fenómeno del tránsito de Mercurio de la forma siguiente.

La mañana del día cuatro de mayo amaneció muy templada, clara y serena; y de tal manera limpio el cielo, y despejado el horizonte, que desde luego nos prometió la casualidad el mejor éxito que podíamos apetecer para nuestro asunto, según la tranquilidad en que ofrecía subsistir la atmósfera, a lo menos por toda la mañana. Bien sabíamos por nuestro cálculo que la inmersión de Mercurio, o su entrada en el disco del Sol, respecto a nuestra vista, había de ser dato que se debía celebrar bajo del horizonte de Madrid, a las 2 horas, 2 minutos y 30 segundos de la madrigada (o a las 14 horas, dos minutos y 30 segundos del día 3 astronómico), y que por consiguiente no sería posible su observación, por cuanto el primer margen, o limbo boreal del Sol, no correspondía salir hasta las 5 horas, 1 minuto y 28 segundos, y así nunca contamos con la satisfacción de poder observar ese dato, que realmente nos hubiera aprovechado mucho, a lo menos para determinar con mayor precisión el segmento solar cortado por el giro de Mercurio en su órbita, y la cantidad de la cuerda o subtensa que debió describir al atravesarle…


Tránsito de Mercurio, mayo de 1786 apareció originalmente en Tecnología Obsoleta, 7 mayo 2016.


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